Desde antes de nacer, de que amaneciéramos al mundo como una raza de pueblos con vocación propia, nos han dicho que no.
En el mejor de los casos, nos han hecho pedir permiso –previo autorización de ruta- para caminar por la senda escogida. Supeditados a un Destino Manifiesto (alegadamente por Dios), se ha impuesto el tutelaje en inglés, y ¡ay del que lo desafíe! Acá en el Sur abundan los ejemplos de las terribles consecuencias.
El costo de tan grande osadía varía de acuerdo a la magnitud de la afrenta. La cuota a pagar puede ser un golpe, la intervención directa, o el financiamiento de una guerra para que nosotros mismos nos matemos.
En cualquier caso el resultado siempre ha sido el mismo: sangre, subdesarrollo y dolor. La triste realidad es de miles, de millones, que todos los días sucumben ante el hambre, la enfermedad y peor que todo: la desesperanza de que no vivirán para ver sus sueños alcanzados.
Y no es que caiga preso de la tentación de pintarnos como víctimas. Ciertamente una buena cuota de responsabilidad tenemos en no haber gritado más, luchado más, resistido más. Pero el coloso es grande y poderoso. La lucha por lograr un camino propio muchas veces ha ido contra sus intereses, y en la batalla por prevalecer hemos caído abatidos por bombas, bloqueos y torturas.
Pero hoy el vecino estrena jefe. La nueva estrella en el firmamento estadounidense es un negro de padre africano y madre americana. Siendo muy joven conoció el tercer mundo y a través de ésa experiencia pudo constatar que la miseria y la desigualdad que aparece a través de las pantallas televisivas (en las campañas de Save the Children) es algo más que una realidad virtual.
Incondicionalmente fue de los pocos en oponerse a la guerra. Su promesa de sentarse a hablar sin precondiciones con todos los “enemigos” de EEUU, le valió críticas por parte de su contrincante republicano durante la campaña. Ha expresado su disposición de elevar la preservación del medioambiente a un tema de seguridad nacional, y está de acuerdo en eliminar los subsidios al etanol para abaratar el costo de los alimentos.
Propongo entonces, una tregua: un “time-out” a nivel mundial. Sentémonos a analizar por un momento, y por difícil que pueda parecer, la posibilidad de lo que hasta ahora no ha sido. ¿Será que, por primera vez, tengamos agendas compatibles? ¿Será que ahora estarán dispuestos a dejarnos ser? ¿Será que Barack estará dispuesto a llevar el sueño de Martin Luther King allende las fronteras nacionales? ¿Será que estamos en vísperas de una nueva manera de entender el mundo, en que la solidaridad y el respeto por la autodeterminación suban de rango como referentes para moderar la relación entre los pueblos?
Dije tregua, no bajar la guardia. Hace tiempo me quedó como lección de vida que en cuestión de política no hay que poner la fe en los hombres, sino en los ideales. No sería el primero que se vende, que traiciona, o que se olvida a quién se debe. Pero la esperanza bien merece extender un ramo de olivo, recobrar la buena voluntad, y creer en la utopía, para seguir apostando a que otro mundo es posible.
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