miércoles, 9 de noviembre de 2011

Elecciones en Nicaragua 2011: lo bueno, lo malo y lo irrefutable

Cuando se anunciaron los primeros resultados no sentí sorpresa. No hacían más que confirmar lo que venían pronosticando todas las encuestas desde hace meses: un triunfo claro y por amplio margen del Frente Sandinista de Liberación Nacional en las elecciones presidenciales.

Lo que sí me venía preocupando era el empeño del Consejo Supremo Electoral por limitar la observación nacional e internacional. ¿Porqué tantos peros si la ventaja es clarísima? ¿No sería mejor abrirles las puertas de par en par a todos los observadores para que legitimaran lo que a todas luces sería una clara victoria? Otra cosa: ¿cómo es posible que hasta la noche antes de las elecciones estuvieran repartiendo las cédulas que le permitirían votar a los ciudadanos? ¿Cómo tanta ineficiencia en algo que claramente despertaría sospechas de discrimen y parcialidad por parte de la autoridad electoral? Todavía no tengo las respuestas a éstas preguntas. No sé si atribuirlo a la mediocridad del consejo, a la estrechez de mente, a mala voluntad, o a una combinación de todo.

Pero en fin, lo cierto es que la jornada electoral fue un verdadero ejemplo de civismo. En mi recorrido por varios centros de votación se percibía tranquilidad, orden y diligencia en el sufragio de los ciudadanos. He visto elecciones en varios países y la verdad que el proceso en Nicaragua no tuvo nada que envidiar a los otros.
Según escuché de un amigo que fungió como observador (cuyo testimonio fue confirmado por otros), en algunos centros de votación encontró resistencia de los encargados a permitirle acceso a las juntas receptoras de votos. En lo personal, siento que más que querer esconder alguna “trampa”, la actitud de éstos funcionarios se debe mayormente a un celo extremo de sus funciones. Tal vez faltó más orientación de parte de las autoridades, asegurándose de que todos entendieran que los observadores tenían pleno acceso al proceso.

Al final del día, sin embargo, el tono general era uno de optimismo y admiración respecto a lo bien que había salido todo. Eso, hasta que se informaron los primeros resultados en que el FSLN llevaba el 64% de los votos. Comenzaron las acusaciones de fraude, el desconocimiento de los resultados, y el llamado a no dejarse intimidar por “la dictadura”.

¿Porqué? Existen varias razones. La primera fue el carácter arrollador del triunfo. Desde que terminó la revolución sandinista, ninguna fuerza política había logrado ganar con un mandato tan amplio. Dos: se acabó el mito de que el antisandinismo siempre es mayoría. Todos los votos de la oposición sumados no dan más de 38%. Tres: el sandinismo ganó la mayoría calificada en la Asamblea Nacional, permitiéndole incluso enmendar la constitución sin necesidad de hacer acuerdos extrapartidarios. Cuatro: el triunfo consolida el poder de Daniel Ortega como nunca antes en su vida política, levantando el espectro de un Hugo Chávez nicaragüense perpetuándose en la presidencia con respaldo popular.

Yo coincido con la oposición y con el informe preliminar de la Unión Europea en una cosa: el Consejo Supremo Electoral de Nicaragua deja mucho que desear. Su conducción del proceso pre-electoral no transpiró confianza, transparencia ni imparcialidad, ya que fue muy dado a adoptar posiciones en las que se hicieron claros sus prejucios hacia ciertos actores políticos y sociales. Afortunadamente, sin embargo, y a diferencia de las elecciones municipales del 2008, en éstas elecciones no ha habido indicio alguno de que el CSE haya metido la mano para alterar los resultados o inclinar la balanza hacia el lado ganador. La oposición despotrica denunciando fraude, pero hasta ahora no muestra evidencias.

Lo irrefutable es que a pesar de todas las cosas que pudieron haberse hecho de una mucho mejor manera, el FSLN ganó en buena lid. Así lo confirman las expresiones del jefe de misión de la Unión Europea, quien categóricamente descartó el fraude y recalcó que dicha palabra no se menciona en ninguna parte de su informe.

Por todo ello la oposición es irresponsable al inflamar los ánimos de sus seguidores reclamando un triunfo que nunca estuvieron cerca de obtener. Eso ellos lo saben. Lo que les motiva no es el deseo de recuperar lo robado, porque no hubo tal robo. Esta vez lo que les motiva es el amor propio herido y el odio visceral que albergan hacia los triunfadores.

Que hubo irregularidades, sí. Que urge un cambio en el Consejo Supremo Electoral y su presidente, también. Pero nada de eso justifica reclamar –a riesgo dar paso al caos social- un triunfo que ninguna encuesta jamás reconoció.

Con éste mandato el gobierno sandinista debe profundizar los programas sociales que le dieron la victoria, pero también debe hacer un esfuerzo por reformar las instituciones que florecieron del Pacto de 1999, para abonar a la construcción de un país para tod@s, donde los gritos desconsiderados de fraude se ahoguen en su propia mala voluntad y ridiculez.

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martes, 22 de febrero de 2011

Reflexión de un sandinista con verguenza (sin pasarse al otro bando)

Ser de izquierda en éste siglo 21 no es cosa fácil…

Así, sin referente de este y oeste, con marketing y discurso de mercado, con la reflexión cediendo terreno a la gratificación inmediata, y con el confort abriendo las piernas frente a las exhortaciones de lucha, esperanza, perseverancia…

En fin, que en éste camino que andamos los que optamos por la justicia social como norte, es fácil confundirse y agarrar por donde no es. Y éso es humano. Es perdonable.

Lo que no se justifica, es tratar de razonar la matanza del pueblo envuelto en la bandera de izquierda. Y eso, muy a pesar mío y de mi afinidad sandinista, es lo que ha hecho el Presidente Daniel Ortega al solidarizarse con Muammar Al Gaddafi tras la matanza de civiles realizada por el gobierno libio ante las protestas desatadas en los últimos días.

Aunque defiendo (no sin críticas) la gestión de Ortega como presidente de Nicaragua, hoy siento vergüenza frente a sus declaraciones. No es de izquierdas apoyar el accionar genocida bajo ninguna circunstancia. No lo fue cuando lo hizo Stalin y no lo es ahora cuando lo hace Gaddafi so pretexto de defender su Revolución.

Entonces, para saber si vamos bien o mal por éste sendero, no sigamos líderes, sigamos ideas; como la que nos legó Ché en aquella carta: "No creo que seamos parientes cercanos, pero si usted es capaz de sentir la injusticia en cualquier parte del mundo es mi compañero, eso es mucho más importante"

Hoy siento la injusticia de un gobierno que derrama la sangre del pueblo, bombardeando civiles igual que lo hizo Somoza.

Retráctese Presidente Ortega, y recuerde cómo estuvo del lado del pueblo cuando Tacho dejaba caer las bombas sobre el país. Mientras reflexiona aquí seguiremos otros, denunciando con la palabra y recordándole por dónde caminar.

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