“Mirá hermano, la política está llena de chanchadas… y hay que hacer chanchadas para tomar el poder y cambiar las cosas….” Esa fue la conclusión de un amigo tras conversar un rato de cómo están las cosas hoy en Nicaragua, y debatir sobre lo que parecen métodos éticamente cuestionables de hacer política, especialmente cuando uno se autodenomina como de izquierda.
Me dio pena su conclusión. Primero porque viene de un tipo joven, educado, inteligente y luchador, de quien uno pudiera esperar más altura de miras. Segundo, porque si así es como piensan los líderes y profesionales jóvenes de hoy, entonces no hay mucha razón para suponer que en el futuro el común del pueblo habrá de asumir una postura distinta.
jueves, 29 de enero de 2009
Chanchos y política en Nicaragua
La política no es “chancha” ni sucia por definición. Es como si al mirar un charco de agua turbia llegáramos a la conclusión de que el agua es sucia por naturaleza.
Ciertamente sería difícil encontrar escenarios políticos donde no haya elementos de corrupción, de abuso, tráfico de influencias y demás. Pero de ahí a concluir que estos elementos son componentes intrínsecos y éticamente válidos de la lucha por el poder, hay un gran trecho.
Y digo que es particularmente triste ver que se defienda ésta postura desde la izquierda, porque ser realmente de izquierda es creer en la utopía. No en la manera en que se caricaturiza a los utópicos como seres enajenados de la realidad. No.
Ser utópico es creer que otro mundo es posible y luchar por alcanzarlo. Y se lucha por alcanzarlo no sólo desde la retórica y la acción, sino también desde la liberación del pensamiento condicionado por la cárcel del estado actual de las cosas. En palabras de Ramón Emeterio Betances: querer ser libre es empezar a serlo.
Nicaragua hoy pasa por un cuadro socio político en el cual uno no sabe de dónde agarrarse. Por un lado, se encuentra en el poder un Frente Sandinista, otrora vanguardia de la Revolución Latinoamericana, que si bien parece mantener su opción por los pobres en la formulación de políticas sociales (no sin sus contradicciones, como la falta de una reforma tributaria a dos años de gobierno), también exhibe conductas que distan de un modelo genuinamente liberador, a la luz de lo que se ha llegado a conocer como “el socialismo del siglo veintiuno”.
Eso es, un socialismo que no se limite al ideario de la redistribución equitativa de la riqueza, sino que se amplíe al ámbito de la transparencia, de la rendición de cuentas, al respeto de las minorías, del medioambiente y de la participación plural, sin presuponer que quien discrepa de ciertas posturas debe tildarse de oligarca, traidor, o para usar las palabras del malogrado ex presidente Bush, miembro distinguido del “eje del mal.”
Algunas de las acciones que alejan al actual gobierno nicaragüense de éste nuevo entendido socialista son la penalización del aborto terapéutico, la no admisión de observadores nacionales en las recientes elecciones municipales, la pretención de que las ONGs locales no puedan tener incidencia política en el quehacer nacional, y la enérgica censura -tácita o explícita- de aquellos que difieran de la línea de gobierno, ya sean pertenecientes al oficialismo o a la oposición.
Por otro lado, la oposición tampoco parece presentar una alternativa válida. El Movimiento de Renovación Sandinista, que por un tiempo muchos vieron como alternativa a lo que percibían como un sandinismo vertical y autoritario dentro del FSLN, en las últimas elecciones municipales terminó por aliarse con la derecha a fin de derrotar lo que denominaron como una incipiente “dictadura” orteguista. Ellos, que al igual que el liberal Eduardo Montealegre, hicieron de su consigna electoral en las presidenciales la oposición al pacto entre caudillos, terminaron exhortando a la ciudadanía a votar en la casilla del Partido Liberal Constitucionalista, liderado por uno de los pactistas: el convicto (ahora sobreseído) ex presidente Arnoldo Alemán. Dios los cría y ellos se juntan…
Al ver éste cuadro, sin alternativas aparentes, es natural sentir desesperanza. Y también sobran razones para concluir que la política es una “chanchada”. Pero no tiene que serlo.
Uno puede estar con el partido que quiera, pero siempre separando el grano de la paja. No hay que tener miedo a denunciar lo que esté mal hecho, aunque lo hagan los del bando propio. Si el medio para obtener el poder atenta éticamente contra el fin que buscamos alcanzar –uno de justicia social, equidad y transparencia- dudosamente puede ser ése el mejor camino para llegar hasta la meta.
Hay que pensar que las cosas pueden ser de otra manera. Hay que pensar fuera de la caja. Hay que liberar la conciencia. Y mientras visualizamos ésa otra realidad y llegue el cambio de paradigma, ¿qué hacer? Como dice otro amigo: “seguir con el trabajo de hormiguita, compañero… trabajo de hormiguita”.
***
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Me parece que la victoria del FMLN en El Salvador es el mejor indicador de que realmente el trabajo de hormigüita tiene un fin y que uno nunca puede darse por vencido. En el momento que uno menos lo espere, la esperanza pays off.
Ah y como mencionaste el aborto terapéutico, te cuento que en Chile de nuevo se esta empezando a discutir, pero a mi me parece que no es nada más que un truco de Frei para buscar el voto de la izquierda y de las mujeres. Bueno, hay que seguir el trabajo de hormigüita, parece, en todas partes del mundo....
"Nicaragua es un país exótico y lleno de contradicciones, de amores y locuras incontenibles, un país de preguntas, un país con poder, religión, poesía y sociedad, un país donde la política, la cooperación internacional, las estrategias mundiales, las grandes transnacionales, nosotras y nosotros, como en la ensalada de Galeano, todos los días tomamos café y tratamos de arreglar el problema de nuestros pequeños mundos.
Aquí hay música que habla de eso.
Otro mundo es posible, aún cae agua de muchos ojos".
Te recomiendo que leas esto: http://www.cancioneros.com/ct.php?NM=44
Publicar un comentario