Buena parte del
independentismo puertorriqueño –donde se encuadra la mayoría de la izquierda
isleña- ha hecho mutis frente a la masacre que se viene dando hace meses en
Nicaragua. Este escrito llama a posicionarse con el pueblo, y no con quien se
abroga su representación.
Estimado don Rafa:
Recientemente vi que hizo pública en Facebook, una carta que le escribió al
Comandante Daniel Ortega en el 2011, agradeciendo su solidaridad con la causa
de Puerto Rico. Aunque no lo haga explicito, por el título de “Solidaridad con
Nicaragua” y el momento en que la publicó, no puedo más que pensar que lo hizo
para apoyar al presidente en esta coyuntura terrible por la que pasa su país.
Nadie duda que la lealtad y el
agradecimiento son valores supremos. Tampoco hay duda de que Daniel Ortega y el
Frente Sandinista han sido punta de lanza en la defensa de la soberanía puertorriqueña. Dicho
eso, don Rafa, los seres humanos cambian, y no siempre para bien. La
historia está llena de ejemplos de líderes que asumieron heroicamente la lucha
por la liberación de sus pueblos, y una vez encumbrados, se acomodaron e
hicieron concesiones en aras de mantener el poder por el poder mismo.
Quien le escribe vivió por años en
Nicaragua, hasta considerar la tierra de Sandino como una segunda patria. Hasta
el 19 de abril, defendí –desde una postura crítica- la gestión de Daniel Ortega
por estar convencido de que a pesar de sus contradicciones había hecho más por
los pobres que todos los gobiernos anteriores juntos. Pero entonces
vinieron las matanzas de aquel día fatídico y guiado por el mismo sentido de
justicia que me llevó a apoyarlo por tanto tiempo, tuve que levantar mi voz
para exigir el cese de la represión.
Hoy, tres meses y medio después, ya
pasan de trescientos los muertos. No todos son civiles, pero el consenso de
todos los observadores apunta a que la gran mayoría de muertos ha sido a manos
del estado. Lo terrible es que al día de hoy ni una sola vez Ortega ha
pedido perdón por su cuota de responsabilidad, ni ha llamado a la discreción en
el uso de la fuerza, ni ha desautorizado la violencia paramilitar que aterra a
la población indiscriminadamente.
En días pasados un respetado
militante sandinista dijo: “el antimperialismo… no es símil de hermandad y
complicidad con gobernantes que masacran a su pueblo. Los intereses políticos
de Estado si los hubiese, no podrán jamás estar por encima de la moral y la
ética revolucionaria.” La lealtad –cuando de política se trata- debe mantenerse
siempre en función de los ideales y el respeto a la vida, no de líderes que sacrifican
a su gente para mantener el poder. Los líderes se corrompen y pasan, los
ideales no.
Aunque haya sectores reaccionarios
que busquen sacar ganancia de esta crisis, lo que pasa en Nicaragua no se
explica como un intento de “golpe blando” ni de intervención extranjera, como
en la época de Reagan. De ello crecientemente va dando cuenta la izquierda
internacional, al marcar distancia con las acciones que ejerce el gobierno
nicaragüense contra su población. ¿No le dice algo que con la excepción de dos
miembros del ALBA, todos los demás se hayan abstenido o votado a favor de la
resolución de la OEA contra el gobierno de Ortega?
La patria soberana y solidaria con
la que sueño para Puerto Rico es una en que el respeto a la vida de sus
ciudadanos –sin importar sus opiniones- sea la prioridad del gobierno.
Aspiro a que las personas sean quienes guíen los pasos del líder, y que este no
sea más que un vehículo para ejecutar el sentir popular en aras del buen
vivir. No puedo, por más deuda de gratitud que tenga con otro, cerrar los
ojos a una injusticia que sería intolerable –bajo cualquier pretexto- si
ocurriera en mi país.
Usted, don Rafa, es ejemplo de lo que es entregar la vida por un ideal.
Somos muchos quienes le respetamos y deseamos que en esta patria haya más hijos
con su misma valentía para luchar por lo que es justo. Sea una vez más, con su
denuncia de lo que pasa en Nicaragua, ejemplo para que otros trasciendan sus
ortodoxias, y también unan sus voces a ese pueblo valeroso que de nuevo
se levanta dignamente para defender su libertad.
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