domingo, 21 de septiembre de 2008

Un New Deal a medias

El asunto no empezó con la mayor caída en Wall Street desde los atentados del 11 de septiembre. A principios del 2008 ya la Administración Bush anunciaba la entrega de US$300 por cada familia estadounidense que radicara su planilla de contribución sobre ingresos. Ello con el fin de estimular el poder adquisitivo de los consumidores y devolver liquidez a los engranajes defectuosos del capitalismo estadounidense.

Con esta medida, comenzó a asomar el retorno parcial a las estrategias keynesianas que salvaron el día durante la Gran Depresión de los años 30. En aquella época, el presidente Franklin Delano Roosevelt implementó una serie de medidas enmarcadas en lo que él llamó un Nuevo Trato con el pueblo estadounidense, orientado a disciplinar el mercado y establecer controles que pusieran freno a sus fallas y excesos. Fue de esa manera que se estableció una jornada laboral de 8 horas diarias, se legisló el seguro social para trabajadores y se estableció el Federal Deposit Insurance Corporation (FDIC) -entre otras medidas- a fin de dar confianza a los depositantes en la estabilidad del sistema bancario.

Alarmada con la estrepitosa caída de la bolsa que se dio el pasado día 15 de este mes, la Administración Bush anuncio un paquete de rescate económico cuyos costos exceden lo gastado hasta el momento en la guerra de Irak. En esencia las medidas son tres: 1- la compra masiva de la "deuda tóxica" de los gigantes corporativos de EEUU, 2- restricciones a la especulación accionaria de empresas claves en la economía, y 3- el respaldo gubernamental a los depósitos en fondos del mercado monetario. Intervencionismo económico de estado en su máxima expresión....

Dos elementos, sin embargo, no dejan de llamar la atención. En primer lugar, esta intervención masiva en el mercado atenta de la manera mas flagrante contra lo que ha sido el discurso económico de EEUU hacia los países latinoamericanos desde principios de los años ochenta: la intervención estatal en la economía es mala -- hay que dejar que las fuerzas del mercado hagan su parte y confiar en que el resultado va a ser el mejor posible para todos. Eso es "Consenso de Washington" clásico.

En segundo lugar, esta intervención estatal pone de manifiesto el aspecto más burdo, chocante e inexcusable del modelo neoliberal: hay que dejar que las fuerzas del libre mercado operen sin intervención mientras benefician a los grandes intereses. Cuando éstos últimos no derivan las ganancias esperadas, de repente hay un giro en el discurso. Se revierte la lógica y sí entonces se justifica la intervención estatal "excepcional y de emergencia" para salvar al sistema estadounidense y mundial del caos económico.

Aquí la crítica no va por la intervención estatal en la economía. Más bien va por la intervención estatal selectiva en favor de los que siempre han ostentado el poder económico. Va por considerar que la emergencia es declarable cuando el destino de los grandes intereses se ve amenazado, y no cuando se ve amenazado el derecho a la salud, la educación, y al bienestar social de la población en general. Sí, porque cuando en el pasado los países en desarrollo han solicitado de los organismos financieros internacionales (encabezados por Washington) una despensa para asignar recursos a las necesidades sociales urgentes de sus respectivas poblaciones, han sido regañados por alejarse de las políticas de libre mercado y amenazados con la suspensión de prestamos.

Los eventos que se han suscitado en las últimas semanas deben llamar a la pausa y la reflexión por parte de los gobiernos y los movimientos sociales en todas las partes del globo. Las políticas absolutistas de mercado no funcionan, y es necesario un estado activo con interés en salvaguardar los intereses colectivos de la población.

La verdadera emergencia no yace en la amenaza a las corporaciones financieras -- ello no es más que síntoma de un sistema que no es auto sostenible en pos de las grandes mayorías. La verdadera tragedia se vive día a día, en la vida de los que siguen esperando un verdadero "Nuevo Trato" en que los estados nacionales asuman un papel proactivo y responsable para garantizar la seguridad integral de cada uno de sus ciudadanos.
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Escrito para Cronica Digital (Chile)

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